Menorca: colores de la naturaleza.
¿Quieres sentirte como en el caribe sin tener que volar infinidad de horas? Si tu respuesta es afirmativa, ¡Menorca y sus colores de la naturaleza te están esperando!
Bienvenido a la Isla de la calma, donde la vida se desarrolla de forma tranquila, en sintonía con su naturaleza. Multitud de playas con agua de color turquesa, senderos que recorren la costa menorquina, una amplia cultura talayótica… en definitiva la fantasía mediterránea a punto de ser descubierta.
Bajamos del avión y Carla nos estaba esperando. Para aquellos que todavía no la conocéis, Carla fue nuestra chófer durante todo el viaje. Nos acompañó hasta nuestro alojamiento, una tradicional finca menorquina convertida en un enclave único y rodeada de viñedos. Aprovechamos el día para descubrir cada rinconcito de la finca y por la noche saborear su menú degustación.
A la mañana siguiente Carla nos esperaba para llevarnos hasta el puerto de Mahón donde un increíble velero nos adentraría en el fascinante mundo de las calas (como dicen los locales). Nuestra primera parada fue en Caló Blanc, la playa más pequeña de Menorca. Pocos son los turistas que la conocen, por lo que pudimos disfrutar de un baño muy privado mientras la tripulación nos preparaba una comida de lo más típica: queso mahonés, empanadas, tortilla de patatas… Después de la comida navegamos hacia otros rincones como Cala en Porter y Cala Mitjaneta.
Por la noche nos fuimos a descubrir la antigua capital de Menorca y su puerto, Ciudadella, donde nos esperaba una auténtica caldereta de langosta.
Olores, brisa, luces, paseos….
Al día siguiente conocimos a Toni, nuestro guía. Hizo que nos enamoráramos de los talayots a través de su sorprendente cultura, nos llevó hasta Fornells, un pueblecito pesquero al norte de la isla y nos recomendó lugares frecuentados por gente local.
Al atardecer teníamos reservada una mesa en la conocida Cova d’en Xoroi para poder disfrutar de la puesta de sol. Mucho habíamos oído hablar de ella, pero cierto es que cuando estás allí el tiempo se detiene y tu única preocupación pasa por disfrutar de ese momento mágico, enriquecedor.
Enamorarse a cada paso
Cuando pensábamos que no podíamos enamorarnos más de esta isla, descubrimos Binibeca Vell, uno de los pueblos más bonitos que hemos visto hasta el momento. El intenso color blanco de las fachadas contrasta con el marrón de sus puertas y lo convierten en el lugar perfecto para fotografiar.
Al atardecer, para nuestra grata sorpresa los dueños de la finca nos invitaron a hacer un pequeño tour por sus viñedos y conocer su pequeña bodega. Degustación de vinos y productos locales amenizados por su compañía, hicieron nuestra estancia más especial si cabe.
Las vacaciones estaban llegando a su fin y no queríamos irnos sin recorrer el famoso Camí de Cavalls. Una caminata por sus senderos con vistas constantes al mar… en ese momento entendimos eso que dicen: Menorca, colores de la naturaleza.